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Lobos / 01 Un mal augurio.

El mazo, la espada y la lanza caian sobre su cabeza, le partian el craneo, aplastaban sus sesos y teñian color sangre la nieve fresca. Un hombre trataba desesperadamente volver a su casa mientras sus peores pesadillas lo arrastraban por el suelo. Una mujer lloraba sola aterrada de las siete figuras deformes que bailaban a su alrededor. El sermon de un cura sonriente y sin rostro callaba todos los sonidos y la catedral en llamas mantenía sus puertas abiertas dejando que los pobres diablos entraran a arder junto a su Dios. La sombra parecía reir caminando por las calles y aun asi todos permanecían contentos, ciegos, con la muerte caminando entre ellos.

La alarma sono y él abrió los ojos cansado. El mismo sueño de todas las noches, la misma secuencia sin sentido de demostraciones del cianuro humano, pero esta vez fue todo tan real que tardo un segundo más de lo habitual en reponerse. Inhalo, exhalo. En la oscuridad tanteo la mesa de luz hasta encontrar el interruptor de la alarma y callarla de una buena vez. Mas no se levanto. Unos minutos pasaron antes que la necesidad de ir a orinar le pudiera ganar al deseo de permanecer en la cama caliente, pero cuando finalmente se levanto y el aire frio lo abrazo supo que seria un mal día.
Bostezando relajo la vejiga y dejo que aquel veneno amarillo y caliente golpeara la taza del inodoro, su cuerpo le pidio un cigarrillo mientras él miraba por la ventana del baño, afuera una tormenta se estaba cocinando poco a poco oscureciendo el cielo. La primera nevada del año habia llegado demasiado temprano. Un verdadero mal augurio diría Norte.
Sin detenerse a pensar en aquello hizo unos pocos ejercicios que despertaron sus adoloridos músculos y se metió a bañar. El agua caliente le golpeo la espalda y fue como volver a tener veinte años por unos segundos, olvidándose de todo el dolor que su cuerpo cargaba y las pesadillas que vagaban en su memoria. Así se quedo durante algunos minutos, inmóvil bajo la lluvia y el vapor, con su mente en blanco. Cepillo sus dientes sin muchas ganas y se miro al espejo por un minuto mientras sostenia la navaja recien afilada, las primeras canas habían comenzado a aparecer entre su cabello negro y su barba corta, y si bien le traían sin cuidado habían servido para hacerle recordar que hoy cumplía treinta y cuatro años, había pasado por cuatro años la expectativa de vida un policía del viejo mundo. Con una sonrisa agridulce dejo la navaja, "Que clase de maton se preocupa por su apariencia", se pregunto.
Treinta y cuatro años, criminal, detective sin hijos, solo en un pequeño apartamento en la zona sur de la ciudad, tiene pocos amigos, la mayoría son sus compañeros de la unidad y de no ser por algún afortunado, e irrepetible, golpe del destino hace poco más de un mes llevaría casi un año sin llevar una mujer a su cama. Nunca conoció a su padre, nunca le importo hacerlo, y su madre fue asesinada hace ya treinta años, por lo tanto fue su tia quien siempre trato de cubrir ambos roles le mejor que pudo, desde la charla sobre porque se le paraba hasta una triste y bochornosa lección sobre que era el porno, la pobre mujer siempre hizo todo lo que pudo y es por eso es que siempre la escuchaba con respeto, aun así que insistiera tanto sobre su vida no afectuosa se había transformado en un problema los últimos años. Seria soportable si no insistiera con emparejarlo con la hermana de Trancos, Tina, con quien estaba seguro que nunca podría tener una erección, muchos menos follar como se debe, primero por ser la hermana de uno de sus mejores amigos lo cual la transformaba completamente en un ser asexual, segundo porque la pobre mujer era malhumorada, seria y simplemente poco agraciada, por no llamarla irrefutablemente fea.
El café negro y caliente fallo en devolverle el humor, el cigarro rubio tampoco pudo calmar aquella sensación ni callar esa voz de autopreservacion que le decía que hoy no debía salir de casa. Miro el reloj en la pared, eran las ocho con trece, ya era tarde y seguía en boxers en la cocina pensando en cosas que no tenían ningún sentido, comiendo pan con huevos empujados con café. Si este fuera el viejo mundo estaría preocupado de perder su trabajo. Ahora no entraba a trabajar hasta las nueve.
Se termino de atar los zapatos, acomodo su corbata, la pistolera bajo el brazo y se puso la cazadora negra ocultando el habitáculo de su arma. De abajo de la almohada saco su Raging Taurus y reviso que el tambor estuviera cargado antes de colocar el revolver en la pistolera y prender su chaqueta para salir.
Calles grises cubiertas de nieve, llenas de gente caminando entre la neblina de la mañana, todos ignorando a quien caminaba a su lado. A decir verdad la ciudad no había cambiado en nada, era como si el caos que la llenaba de vida la hiciera inmune a los cambios del tiempo y los caprichos del hombre. Aun cuando todo en apariencia ha cambiado, cuando los comos ya no se responden igual, las calles siguen siendo las mismas, laberínticas, oscuras, sucias, atestadas de personas y alimañas; Los olores eran los mismos, humos de escape, sudor, perfume y comida frita; El ruido de un millar de murmullos son una constante junto a las maquinas y los autos.
Nada que permaneciera estatico tanto tiempo podia estar sano y a veces se preguntaba que tan cerca estaba de su final. Cerca, pensaba que estaba cerca.
Pero aun así, amaba aquella ciudad.
La amaba por sus detalles; El sabor del café en un bar sobre la segunda; Un joven violinista que tocaba en la estación, tocaba un magistral Alegro; Una hamburguesa del Wild Duck, caliente con la grasa aun chorriando de la carne; La conversación con el dueño de una librería perdida en la región comercial. Cosas pequeñas que para cualquier otro no importarían nada, pero para él le daban sentido a la vida. Razones para seguir aun cuando el sendero que había que caminar era el equivocado.

La central de policía estaba en silencio como era habitual, solo el sonido de decenas de tecleados, siendo aporreados, introduciendo multas al sistema podia escucharse y es que eso era todo lo que hacían además de comer rosquillas. A veces pensaba que más que policías eran oficinistas, vendieron sus almas, y sus armas se transformaron en una libreta y un lápiz con el cual esconder al mundo. Policias en papel. Por supuesto, aun quedaban viejos perros como él, pequeñas piezas del viejo mundo que nadie del nuevo queria admitir que necesitaba y es que incluso en una ciudad donde no querian policias habían crimenes y criminales. Su trabajo era resolver unos pocos, los que la ente queria que resolvieran y esto no significa siempre encerrar al malo.
Trece años de locura y muerte habían llevado a esto. Empezaron con cuerpos desnudos y mutilados en las plazas, siguieron con bombas y cartas a la prensa. Se hacen llamar Infierno y manejan todos los círculos ilegales de la ciudad, desde los robos hasta drogas, armas y lo que sea que necesites para saciar tu depravación sexual. Infierno es el peor cancer de la ciudad, y el más dificil de tratar ya que tiene una política estricta cuando se trata de proteger sus negocios, juran que por cada cien mil perdidos ellos harían aparecer un cuerpo. Y siempre lo han cumplido. Más temprano que tarde la gente comenzó a hacer la cuenta, si la policía actuaba, Infierno se desquitaría con la gente, cien mil, un muerto. Hubo marchas exigiendo mayor seguridad y eficacia por parte de la policia, pero todo exploto cuando el grupo anti drogas atrapo y destruyo un cargamento por veinte millones en narcóticos. Lo llamaron la mañana negra, no fue necesario identificar los restos, Infierno clavo las identificaciones en sus frentes. Doscientos cuerpos torturados y desmembrados fueron hallados arrojados por toda la ciudad. Hombres, mujeres y niños, sin importar su sexo, religión o estatus, todos por igual, destruidos y arrojados al pavimento. En realidad hubo doscientos y un victimas, esta ultima sobrevivió. No, la dejaron vivir y su historia sobre lo que les hicieron fue tan oscura que logro su cometido. Cuando la policía anuncio que buscaría a los culpables, solo los familiares directos de las victimas no marcharon para exigir que no se siga luchando contra Infierno.
Es así como los terroristas ganan.
Pero un día el hombre bueno, aquel que no podía mirar a otro lado, abrio los ojos. Dicen que el malo gana cuando el hombre bueno se rinde, pero en realidad el malo pierde cuando el bueno pierde la paciencia, cuando el bueno deja de serlo. En la desesperación nacio la respuesta y ahora el juego es diferente.
Ya no habia detenciones, ya no habian policias. Solo lobos.

Cruzo la puerta peleando con su encendedor para poder prender un cigarrillo algo humedo por la ligera nevada y camino directo a la mesa de entrada, un niño rubio de unos diecinueve años estaba hoy del otro lado de la barra, otro de esos crios que después de mes y medio de entrenamiento les daban una placa que nunca iban a usar, primero porque nunca les enseñaron como detener a alguien, mucho menos un minimo de defenza personal, tambien porque obtener un permiso para compra de munición era casi imposible pero por sobre todo porque en caso de obtener un arma y el permiso de compra de municion no sabrian ni como cargarla.
Disculpe, detective, usted sabe que según el estatuto N° 49632-B del Ministerio de Salud y Bienestar, no se puede fumar en lugares públicos o ámbitos laborales, verdad? - murmuro casi tragándose su disgusto ante el olor a tabaco quemado pero sin realmente poder hacerlo. Su expresion era la de alguien que olia un huevo podrido. Y no era necesariamente por el humo del cigarro. Ni los "policias" querian a los policias.
Muérdeme, niño - le respondió sin gruñir de más. Hoy no estaba de humor para escuchar estupideces ni debatir ley, todos en la central conocían muy bien su opinion sobre la prohibición al tabaco y el alcohol. - Hay algo para mi?
El joven oficial rodo los ojos y volvió la vista a la pantalla de su ordenador, tecleo algunos comandos y luego negó con la cabeza. - Ningún mensaje el día de hoy, salvo un recordatorio sobre no fumar en las instalaciones.
Realmente hoy no deseaba comenzar a discutir por algo estúpido. Solo asintió y apago el cigarro contra el mostrador antes de seguir su camino. Parecia que hoy seria uno de esos días donde todo el mundo intentaba inflamar el saco de sus huevos. Recorrió el pasillo lleno de gente lentamente sin realmente querer llegar al final, doblo en el recodo que llevaba a las escaleras y se detuvo en el primer escalón, la idea de darse media vuelta y marcharse paso por su cabeza, volver a su casa, tirarse en la cama y llamar para decir que estaba enfermo o algo. Suspiro y siguió bajando.

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