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Lobos / 03 Un muerto, un pobre diablo y alguien con suerte.

Desperto por el sonido de un perro ladrando afuera, era Bucky, un perro mestizo tan grande como una enduro 250. Reconocer el ladrido fue un buen recuerdo, abrio los ojos con calma encontrandose con un cuarto amplio y bien iluminado, las paredes eran azules y estaban decoradas con posters de peliculas, bandas y juegos, en el techo -sobre la cama- un poster de Valentina Nappi tenia su lugar, la mujer casi desnuda solo le lanzaba un beso guiñando un ojo, pero el aura que la rodeaba era suficiente. Se sentia en paz, como si recien despertara de un sueño largo y extraño, o mejor dicho como si no terminara de despertar. El aire olia dulce, a panqueques y café, recordaba aquel aroma sin poder darle realmente un recuerdo.
Se levanto y comenzo a caminar dejando atrás la habitacion. Tambaleante comenzo a bajar las escaleras siguiendo un extraño deja bu tras otro. Conocia la casa, como un recuerdo sin forma, sabia el lugar que todo ocupaba sin recordar alguna vez haber caminado por estos pasillos. A las preguntas se sumo un suave tarareo, una melodia que calo profundo en él, So Long, recordaba la melodia, mas no la letra. Doblo a la izquierda al final del pasillo y entro a la cocina como siempre o nunca habia hecho.
Era una habitacion blanca, con azulejos celestes decorados con peces de colores y estrellas de mar. La mesa estaba servida, café y panqueques recien preparados, con rozas nuevas en un florero que ocupaba el centro de esta. Una mujer de bucles negros tarareaba mirando por la ventana volviendo toda la imagen algo perfecto.
Titubiante avanzo, la melodia se detuvo y él tambien, temeroso de haber arruinado el momento.
- Asi que esto es lo que fue de ti, Nero - murmuro con cierta pena la mujer sin voltear. Su voz era hermosa y dulce como el cantar de un violin pero estaba manchada de tristeza.
- Tu… Donde estoy? - Pregunto sin poder apartar su mirada. La conocía, sabia todo sobre ella, lo habia estudiado todo acerca de Elissa menos una cosa, nunca pudo conocer su rostro.
- En casa, de nuevo. O al menos lo que podria haber sido nuestra casa, en un mundo menos complicado - respondio ella inmovil, casi eterea. - Supongo que deberia haber esperado algo asi, eres hijo de tu padre despues de todo, ese ideal parece ser hereditario - respondio casi abandonando la tristeza frente a un pensamiento calido.
- Estoy muerto - dijo sentandose en la mesa con calma. Una parte de si mismo encontro una paz deseada en la idea. Sonrio, olisqueo los panqueques y volvio a mirarla empezando a servirse algo de comer. Panqueques, tocino y huevos fritos, todo eso logro encontrar un lugar en su plato.
- Aun no, pero casi – concedió sin apartar la mirada del cielo, las nubes parecian acercarse poco a poco.
- Entonces esto que es?… Vienes a buscarme, a llevarme al gran salon? - Pregunto sirviendose una taza de cafe, sin azucar, ni crema pero si con una sola cucharada sopera de dulce de leche.
- Acaso crees en en la vida despues de la muerte? - le retruco.
- No, no realmente – bebio un poco de café – pero estoy dispuesto a cambiar de parecer. Parece un buen lugar, no tengo miedo de haber estado equivocado.
Ella rió y su risa fue magnifica, como el canto de miles de pajaros.
- Te pareces tanto a él - su risa canto un poco más. - Ambos son tan pragmaticos.
No supo que responder, tampoco conocio al hombre que fue su padre. Ragginmund es alguien que solo podia encontrar en las cartas de su madre -donde tampoco podia encontrar mucho- y en un par de fotografias gastadas. Sin un registro con ese particular nombre, una partida de nacimiento, o un pasaporte con su cara, para el resto del mundo era un fantasma.
Meditando un poco hundio la mirada en su plato y comenzo a comer. Los panqueques eran tal cual siempre los habia imaginado, los mejores de todo el mundo.
- No, aun no llegaste a los campos fertiles, pero si lo suficientemente cerca, demasiado cerca. - Agrego con seriedad mientras volteaba.
Su rostro era hermoso, de rasgos finos y delicados, piel tan blanca como el papel, unos labios rojos y unos ojos profundos y cafes que parecian poder verlo todo.
- Entonces esto es un sueño? - pregunto mirandola sin poder apartar la mirada de ella. - Que hacemos aqui?
Ella le dedico una sonrisa sincera.
- Yo espero, pensaba que habia llegado el momento, pero por suerte estaba equivocada - respondio con una enorme sonrisa. - Tu, por otro lado, viniste a escuchar algo.
- Escuchar algo? - pregunto medio atorado de huevos y tocino.
- Si, no se que es lo que necesitabas saber pero se que debias escucharlo.
Trago todo lo que habia empujado en su boca y se ayudo con media taza de cafe que casi quemo su garganta al bajar.
- Y como lo sabre si tu tampoco lo sabes? - le pregunto, mientras preparaba otra brocheta de panqueques, huevos y tocino.
- Supongo que algun dia, cuando sepas que tenias que escuchar, tendras tu verdad - fue su respuesta, acompañada de una hermosa sonrisa y un guiño de complicidad.
No llego a volver a llenar su boca de desayuno que el mundo solamente se disolvio en nada.

Silencio, oscuridad, paz, nada. Asi debe sentirse estar muerto.

Una conversacion en la distancia lo desperto, lo arranco de la paz y lo trajo al dolor. Cada nervio de su cuerpo gritaba pero tenia que callarlos si queria escuchar. La conversacion carecia de sentido, Bjorn y Camila hablaban de alguien que murio y alguien tuvo suerte. Intento ponerse de pie, pero su cuerpo pesaba toneladas. La habitacion oscura y vacia es lo unico que podia ver. Su voz se negaba a salir, tenia demasiada sed, demasiado sueño. Ante la idea de no poder hacer nada solo cerro los ojos y dejo que el sueño llegara de nuevo.

Un ejercito de bufones tristes bailaba la danza de la guerra por las calles de la ciudad, filos y balas segaban incontables vidas. Ninguna inocente. El fuego ardia en las montañas de cadaveres masticados. Y los miedos del hombre tomaban forma y se quitaban sus mascaras mostrando sus verdaderos rostros, hombres.
Pero nadie, ni las victimas, ni los forzados victimarios, ni los niños que masticaban los cadaveres para callar el hambre, nadie sentia tristeza o dolor por el destino de la ciudad, de hecho, entendia que ese siempre habia sido su unico destino real. Era justo.
En el centro de la gran danza, la muerte jugaba con un pedazo de carne cruda y sangrante, el musculo aun palpitaba entre sus dedos con fuerza y vida. A sus pies un hombre destrozado respiraba, su ojo ardia en furia pero el gran señor de la ciudad solo le sonreia, ya que de su pecho le habia arrancado el corazon.
- Lo hago por tu propio bien - le oyo decir.

El sonido de una campana lo arranco de su sueño, fueron al menos siete campanadas, si le sumabas el olor a panqueques, huevos y tocino, debia ser la hora del desayuno. De un momento al otro noto que estaba muriendo de hambre. El cuarto estaba completamente oscuro, la puerta debia estar cerrada ya que ni un hilo de luz se colaba en el cuarto. Intento pararse, el cuerpo estaba pesado pero nada como anoche. Gruño de dolor, un latigaso recorrio su cuerpo, el mero acto de moverse era casi un castigo. Apretando los dientes logro sentarse, se sentia exhausto con solo ese movimiento. Jadeo unos segundos intentando recuperar el aliento, la boca le sabia a sangre pastosa y alcohol, aparto las sabanas. Mas una mano pequeña lo detuvo y su corazon dio un salto al escucharla hablar.
- Que piensas que estas haciendo? - pregunto Camila intentando sonar calmada. Aprovechado que el no podia ver el desastre que estaba hecha.
Pero fue inutil, él siempre pudo ver atravez de ella, su voz estaba teñida de preocupacion y enojo, y aunque no podia verla podia sentir que la mano que sujetaba su mano derecha, temblaba levemente.
- Huele a desayuno, tengo hambre - alcanzo a responder con una voz cansada y rasposa antes de tener que tragar sangre.
- Tienes valor de decir tal estupidez despues del circo que decidiste montar - murmuro ofuscada apartando la mano y levantandose en la oscuridad. - Bjorn me pidio que le avisara cuando despertaras, ire a buscarlo. - sus pasos comenzaron a sonar hacia la puerta.
- Espera, Camila - la detuvo casi con un susurro.
 Sus pasos se detuvieron pero no dijo ni una palabra.
- Deseaba no morir para volverte a ver.
Solo el sonido de la puerta abriendose y cerrandose fue su respuesta.
Pero en el segundo que la puerta estuvo abierta pudo verla sonreir.
La oscuridad fue una pausa bienvenida, no esperaba encontrarse con ella ni bien despertar. Y el silencio y la oscuridad fueron lo que necesitaba para aclarar sus pensamientos.
"Prometes que no vas a enamorarte?", esa frase de Camila sono en su mente, el respondio tan seguro aquella vez.
Tal vez, solo tal vez.
Pensando en silencio se quedo sentado, trono sus nudillos pero fue extraño, no pudo hacerlo. Con un trueno de entendimiento toco la venda, justo donde habian tenido que terminar la obra de la escopeta, a la mitad del bicep.
Se acosto nuevamente, su mano derecha hizo un diagnostico rapido, ninguna herida lo sorprendio demasiado, solo maldijo ligeramente por el parche de gaza sobre su ojo derecho. Mastico rabia un segundo, necesitaba alcohol y drogas: en cantidades venenosas.
Cuando la puerta volvio a abrirse un titan de más de dos metros de altura y barba negra entro a la habitacion. El gigante tenia dos carbones ardientes dedicados solo para él, y unos puños apretados y tan pesados como un tanque.
- Dame una sola razon para desobedecer ordenes, arriesgar nuestra mision y dañar propiedad de la brigada.

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