El Lamento de Ophes.
En lo vasto de la nada no encontraba algo que desear.
Solo había Silencio.
En lo eterno del silencio nadie interrumpiría sus pensamientos.
Solo había Oscuridad.
En lo infinito de la oscuridad no había nada que temer.
Solo había Nada.
El Lamento de Ophes.
Antes del principio no había un vacío ni un punto infinitamente denso de materia, la perfección de todas las formas aun no había sido pensada. No había dolor, ni felicidad, ni odio, ni amor, ni muerte, ni vida. Y por esto todas las verdades estaban vacías y libres de forma.
Al despertar no tenia una sonrisa, aun no existía tal cosa, pero de tenerla no sonreiría ante su falso reino. Cada no día no podía reír no mirando todo aquello que era solamente suyo sin existir realmente.
No recordaba haber nacido alguna vez, ni conocía el concepto detrás del tiempo y su paso. No temía a la muerte, ni al fin, ya que nunca hubo vida o principio. No extrañaba tiempos mejores, ya que no los hubo, ni desea un mejor mañana, porque mañana nunca llegaría.
Y tras incontables eternidades abrió los ojos por primera vez, al entenderse en la eternidad inmutable que él mismo llamo Ginnungagap, y se encontró en el centro de la pacifica oscuridad, rodeado del templado vació, escuchando al humilde silencio.
Y en esa eternidad encerrada dentro de un solo instante, donde el infinito espacio entraba en un solo grano de arena, encontró la sabiduría sin que esta existiera y así pronuncio la primer palabra. Dharma.
Todas los Dharmas están vacíos, susurro, la forma es vacío y el vacío mismo es forma. El vacío no se diferencia de la forma, la forma no se diferencia del vacío. Todo lo que es forma, es vacío. Todo lo que es vacío, es forma. Lo mismo es aplicable a los sentimientos, a las percepciones, a los impulsos y a la consciencia.
Una a una todas las cosas tomaron forma en su mente, y obtuvieron un nombre en la lengua verdadera. Desde todo aquello que compone al polvo hasta todo lo que forma parte de los conceptos que ordenan cada mundo. Imagino la vida de cada ser, el destino de pueblo y el fin de cada historia. Y con lagrimas en sus ojos imagino su destino y lamento no poder ver todo aquello vendría.
Se arranco cada uno de sus huesos para crear una enorme maquina, en su centro coloco su aun palpitante corazón, la alimento con su sangre y le susurro todo aquello que había aprendido.
Y así comenzaron todas las historias.
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